martes, 26 de febrero de 2013

Belisario pidiendo limosna


Belisario pidiendo limosna
Autor: Jacques Louis David
Fecha: 1781
Museo: Museo de Bellas Artes de Lille
Características: 2,88 x 2,12 m
Material: Óleo sobre lienzo

Con esta obra, Jacques Louis David obtuvo el ingreso en la Real Academia de Pintura y Escultura. Era la primera pintura en la que el artista abordaba de lleno el registro histórico representando modelos de virtudes.  Aunque se trata, en sentido general, de una obra modélica del género, David demostró desde el principio las estrecheces del encuadre oficial de este tipo de pintura y lo incómodos que se encontraban su sensibilidad y su talento en él. 
En 1779, en Roma, empezó sus esbozos después de un decisivo viaje a Nápoles, y tras leer la que habría de ser su principal fuente informativa sobre el tema, el Belisario de Marmontel, ofrecido por su rival entre los pintores jóvenes del momento, Peyron. Belisario había sido un valeroso general de la época de Justiniano, que cayó en desgracia y fue sometido a la tortura de la ceguera y la pobreza a causa de diversas intrigas cortesanas. En su libro, Marmontel convirtió a Belisario en un sabio ilustrado, con opiniones filosóficas contrarias al statu quo del Antiguo Régimen. Al seguir a Marmontel, David aceptaba implícitamente la posibilidad de que el arte ayudara a configurar una nueva moral social.
Aunque tuvo críticas por los evidentes defectos compositivos de la pintura, el Belisario fue un éxito entre públicos diversos. Fue tal el éxito que el artista tuvo que realizar copias de la obra. Esto se debió, sin ninguna duda, a que frente a los tipos de neoclasicismo imperantes, el arqueológico y el severo, David  supo crear, según escribió Diderot, una pintura con alma, una pintura capaz no sólo de convencer sino de emocionar al público del Salón. Iconográficamente, se conseguía este efecto compaginando la acción de Belisario, que no sólo vive de la limosna que recibe, sino que, además, la pide, con la indignación del personaje que lo reconoce  en su injuriosa e inmerecida desgracia. David, más allá de un ejemplo de virtudes, pintaba un drama moral. Había, al mismo tiempo, especialmente en el grupo que forman el anciano ciego y el niño, dos variantes que introdujo el artista en el tratamiento plástico de las figuras que resultaron muy impactantes. Se trataba del efecto de realidad y de la estética del gesto, que David había aprendido en Roma, no del arte clásico, sino de la pintura realista barroca. David, según Diderot, lograba depositar en sus personajes una  expresión sin afectación y unas actitudes nobles y naturales no vistas hasta entonces. Fue a partir de esta obra que David  modificó sustancialmente el curso de la pintura de su tiempo, redefiniéndolo, tanto por argumento como por estilo.

miércoles, 16 de enero de 2013

Te rerioa


Te rerioa (El sueño)
Autor: Paul Gauguin
Fecha: 1897
Museo: Courtauld Gallery
Características: 95 x 130cm
Material: Óleo sobre tela

Nos encontramos ante una de las obras más enigmáticas de Gauguin, que él mismo señaló como una de sus obras maestras, aunque parece ser que fue pintada en sólo diez días. 
En el interior de una casa tahitiana, podemos ver dos mujeres sentadas en posturas diferentes. Junto a ellas y en primer plano, una cuna de extrañas formas con un bebé durmiendo y un poco más atrás un perro. Las pinturas o relieves de las paredes son difícilmente interpretables. A la izquierda una pareja se abraza y una mujer emerge de entre hojas o flores; por debajo un friso de animales. En el otro muro puede verse a la que se supone diosa Hina con los brazos alzados. Al fondo, un paisaje con un jinete, no carente de misterio: ¿acaso es un cuadro o una ventana?
Gauguin escribía: "El título es Te rerioa (El sueño). Todo es sueño en esta tela; lo es el niño, la madre, el caballero en el camino e incluso ¡es el sueño del pintor! Todo esto está al margen de la pintura, dirá alguno. Quién sabe. Quizá no".  Sueño (rêve), en la literatura simbolista, designa un estado de exaltación de la imaginación donde se entreveran lo real y lo irreal. Los actores de este cuadro no habitan en un mismo espacio físico; se vinculan a través de los vericuetos del sueño. Cada uno de ellos se encuentra de espaldas a la imagen que proyecta: el niño dormido sueña a su madre que lo acuna, y ésta presiente a su vez, a la mujer que está detrás de ella (que recuerda mucho al espíritu encapuchado de Manao tupapau), y todos imaginan quizá las historias pintadas en las paredes y el jinete en el paisaje. 
Quizá como dice Gauguin, todo sea el sueño del pintor, y si nos fijamos bien, sobre el cuerpo del niño, descubrimos un perfil oculto en la cuna que mira hacia la pared y parece llevar las figuras talladas de sombrero: el rostro de Gauguin. Queda recluido así en su propio universo onírico.